Foto: Ditchling en la década de 1920

martes, 10 de agosto de 2021

Una precisión sobre la palabra Distributismo

Traducción al castellano de un fragmento del Prefacio de Stefano Fontana a la nueva edición italiana de Hilaire Belloc, Distributismo, la via d’uscita dallo Stato Servile, Fede & Cultura, Verona 2021. [Tomado del correo del jueves, 22 de julio de 2021 del Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân sulla Dottrina Sociale della Chiesa]
 
Una de las más frecuentes de estas adulteraciones del distributismo consiste en la distorsión del significado de la palabra misma. El distributismo suele entenderse como la propuesta de una distribución de recursos y habilidades desde el centro hacia la periferia. Una especie de descentralización. En este sentido, el centro del discurso económico, social y político seguiría siendo el centro -por ejemplo el Estado- mientras que los sujetos periféricos quedarían subordinados ya que sus competencias, propiedad y recursos derivarían de la voluntad descentralizadora del centro. Por tanto, la familia o los órganos intermedios se beneficiarían de lo anterior y no tendrían una propiedad original para gestionar su autoridad por sí mismos. 
 
Es evidente que esta interpretación de la palabra que designa este movimiento es exactamente lo contrario de la realidad del movimiento en sí. La distribución de la que habla el distributismo no debe entenderse como una redistribución después de la centralización. Por tanto, no como una distribución administrativa mediante el uso de la máquina burocrática del Estado moderno de lo que este mismo Estado ha centralizado repentinamente, sino como una distribución orgánica y original, basada en el orden natural que es en sí mismo distributivo y prevé que antes de la Estado centralizado existen sociedades naturales y cuerpos intermedios que gozan de autoridad propia e inalienable. Es el orden natural, por tanto, y no el Estado el que distribuye deberes y derechos, autoridad, subjetividad social y política. La historia política que vivimos después de las teorías de Bodin, Hobbes y Rousseu y después de la implementación concreta de sus teorías en el estado napoleónico y en todas las formas estatales que se inspiraron en él como un prototipo para ser replicado (y esto, sí, mente usted, es un proceso aún en curso) obliga, en cierto sentido, a luchar por una redistribución desde el centro hacia sujetos naturales despojados de sus habilidades igualmente naturales. En la lucha actual contra el Estado que es a la vez Hombre-Máquina-Animal-Dios, como escribió Carl Schmitt, resumiendo el pensamiento lúcido y angustiado de Hobbes, es necesario quitar para dar, quitar de el usurpador para volver a dar a los usurpados. Sin embargo, debemos ser conscientes de que esta redistribución se debe a los errores de la historia y es una corrección de un error original del pensamiento político moderno y de la historia de la modernidad. El centro desde el que debe partir la redistribución es abusivo, y la redistribución no debe entenderse como el paso del centro a la periferia, porque de esta manera se quedaría presa del mismo esquema erróneo. La distribución a la que se hace referencia en el nombre Distributismo es la del orden natural de las cosas. Como vemos, la refutación de este frecuente malentendido es de gran importancia para recuperar algunos perfiles arquitectónicos del correcto pensamiento político y volver a poner las cosas en su orden fisiológico. 
 
Stefano Fontana
 

 


miércoles, 17 de marzo de 2021

Verdadera comprensión de la Justicia Social


 Michael Greaney


ENCICLICA DE PIO XI. Quadragesimo Anno. SOBRE LA RESTAURACIÓN DEL ORDEN  SOCIAL. by Enciclica. | Librería Torreón de Rueda 

Sabemos qué nos hemos referido a este punto muchas veces antes, pero es bueno repetirlo, especialmente porque va derecho a la raíz del problema. La Justicia Social no está para nada dirigida al bien individual. No es un reemplazo de la justicia individual ni de la caridad. La Justicia Social es una “virtud particular” por sí misma. Está dirigida al bien común, no al bien individual.

Y de inmediato tenemos que explicar nuestra explicación. Las virtudes individuales clásicas están dirigidas al bien de los individuos, esto es, a las personas naturales. No importa que nos refiramos a una persona individual o a cada uno sobre la tierra. Si algo es hecho directamente por o para esa persona o personas, es (y siempre será) individual por naturaleza. Si damos un dólar a cada uno sobre la tierra, eso es individual en carácter lo mismo que dar un millón de dólares a una sola persona. Es el hecho de que las personas naturales son objetos de actos, no el número de personas naturales, lo que hace a una virtud (o vicio) individual.

Cuando una “persona artificial” o institución es el objeto de un acto se convierte la virtud o vicio en social. Prohibir que alguien coma en un restaurant debido a su color de piel o falta de color, es una injusticia individual. Sancionar y promulgar una ley que prohíba que a cualquiera comer en un restaurant debido a su color de piel (o falta de color) es una injusticia social.

Del mismo modo, pagar a los trabajadores un salario justo es justicia individual. Sancionar una ley imponiendo un salario justo o mandando organizarse con otros para obtener un salario justo es justicia social. Ése es el verdadero sentido de estos pasajes de las encíclicas de Pío XI Quadragessimo Anno (1931) y Divini Redemptoris (1937) que mucha gente ha interpretado —incorrectamente— en el sentido de que la Justicia Social consiste en pagar un salario justo. En Quadragessimo Anno, el Papa dijo:

“Hay que luchar denodadamente, por tanto, para que los padres de familia reciban un sueldo lo suficientemente amplio para atender convenientemente a las necesidades domésticas ordinarias. Y si en las actuales circunstancias esto no siempre fuera posible, la justicia social postula que se introduzcan lo más rápidamente posible las reformas necesarias para que se fije a todo ciudadano adulto un salario de este tipo.” (§ 71)

El análisis del cofundador del Center for Economic and Social Justice (CESJ), el Padre William Ferree, particularmente de este párrafo en su panfleto Introduction to Social Justice (New York: The Paulist Press, 1948), ha sido revelador para mucha gente que o no había leído con cuidado o simplemente había impuesto sus preconceptos a lo que leyeron o escucharon:

“Ahora bien, si entregamos esta cita a un buen número de gente, y le preguntamos a cada uno lo que exige la Justicia Social según ella, casi todos responderán: ‘un salario familiar’.

“¡Todos estarán equivocados! Miremos de nuevo la sintaxis de la oración: el objeto directo del predicado ‘postula’ es la cláusula ‘que se introduzcan lo más rápidamente posible las reformas necesarias’. La enseñanza del Papa sobre el salario familiar es aquello que es debido en justicia conmutativa o estricta al trabajador individual; lo que la Justicia Social postula es algo específicamente social: la reorganización del sistema. Pues es todo el sistema lo que está mal organizado (es ‘socialmente injusto’) cuando retiene a los seres humanos cuyas vidas están ligados a él, el poder de ‘atender convenientemente a las necesidades domésticas ordinarias’.” (p. 11)

No sorprendentemente, Pío XI estaba al tanto de que la gente reinterpretaba lo que él había escrito casi tan rápido como lo escribía. Del mismo modo el Padre Ferree, como dejó claro en sus propios escritos cuarenta años después de haber analizado la doctrina social de Pío XI por primera vez. Sin embargo, antes, el P. Ferree continuaba el comentario de arriba notando:

“El Santo Padre después sintetizó la enseñanza de Quadragesimo Anno en muchos párrafos de Divini Redemptoris (sobre el comunismo ateo). En el parágrafo 53 [54] de este último documento nos da un muy claro ejemplo de estas enseñanzas:

“’ Y si, como sucede cada día con mayor frecuencia, en el régimen de salario los particulares no pueden satisfacer las obligaciones de la justicia, si no es con la exclusiva condición previa de que todos ellos convengan en practicarla conjuntamente mediante instituciones que unan entre sí a los patronos —para evitar entre éstos una concurrencia de precios incompatible con los derechos de los trabajadores—, es deber de los empresarios y patronos en estas situaciones sostener y promover las instituciones necesarias que constituyan el medio normal para poder cumplir los deberes de la justicia.’

“Aquí los dos niveles de justicia están claramente distinguidos. En el nivel de la justicia conmutativa o individual el empleador ‘no pueden’, y no que esto sucede ‘cada día con mayor frecuencia’. Ahora evidentemente, si realmente no puede hacer justicia plena, no peca cuando por pura necesidad se queda corto con la justicia. En el plano de la justicia individual el caso está cerrado, pues el empleador no puede hacer más nada; y la injusticia debe permitirse por pura inhabilidad de detenerla.

“Sobre este campo de justicia individual, sin embargo, está todo el amplio campo de la Justicia Social, y en este campo más elevado el caso nunca está cerrado. La ‘imposibilidad’ de los individuos viene del hecho de que la industria en conjunto está mal organizada (es ‘socialmente injusta’). La Justicia Social exige que sea organizada correctamente por el Bien Común del que todos dependen para su bienestar y perfección. Por lo tanto, los empleadores tienen el deber —el rígido deber de Justicia Social que no pueden ignorar sin pecado— para trabajar juntos (socialmente) para reorganizar su industria. Una vez que esta reorganización (acto de Justicia Social) sea lograda por la acción del grupo (social), entonces los empleadores ya no estarán imposibilitados en el campo de la justicia individual, y estarán bajo la obligación de cumplir los rígidos deberes en este último campo.” (pp. 11-12)

Por supuesto que enfocarse en el salario justo íntegro oscurece la específica enseñanza social de la Iglesia que no es individual, sino… específicamente social. La idea íntegra de la enseñanza social católica no es el bienestar material ni el desarrollo espiritual. Ésta es, y siempre será, el objeto de la enseñanza católica individual, sea que estemos hablando de bienes temporales como espirituales. Si alguien tiene una vida material confortable o, incluso, llevadera, o si desarrolla su espiritualidad para alcanzar el Cielo o donde quieras llegar según tu fe o filosofía, es y siempre será de carácter individual. Punto.

La Doctrina Social de la Iglesia Católica está dirigida no a las personas naturales, sino a las personas artificiales o instituciones. El objeto de la virtud social no es, de ningún modo, forma o circunstancia, proveer directamente cualquier bien individual a personas naturales. Es, por el contrario, (y lea esto cuidadosamente) hacer posibles los bienes y virtudes individuales, no sustituirlos ni proveerlos de ninguna forma.

Créelo o no (y mucha gente rechazará absolutamente creerlo), eso es lo que exactamente Pío XI declaró en términos para nada inciertos en su Quadragesimo Anno. Como dijo (y, de nuevo, lee con cuidado):

“Todo cuanto llevamos dicho hasta aquí sobre la equitativa distribución de los bienes y sobre el justo salario se refiere a las personas particulares y sólo indirectamente toca al orden social, a cuya restauración, en conformidad con los principios de la sana filosofía y con los altísimos preceptos de la ley evangélica, dirigió todos sus afanes y pensamientos nuestro predecesor León XIII.” (§ 76)

¿Podría Pío XI haberlo dicho más claro? Probablemente no, por lo que —por supuesto— las generaciones de “expertos” que tuvieron un interés investido en la manera usual de comprender la enseñanza social católica estaban equivocadas. Peor, ignoraron o incluso atacaron a cualquiera que sugiriese que pudiese haber una alternativa de base racional a su “entusiasmo” (para usar la expresión de Monseñor Knox) de base fideísta que ha corrompido la academia, vaciado las iglesias, alienado a las personas, investido al Estado con un poder inmenso, impuesto una deuda pública y privada gigantesca… la lista no tiene fin.

No obstante, hay esperanza… si la gente se puede despertar (en vez de “ofenderse”), y comenzar a trabajar en la remoción de los obstáculos y las “barricadas” que inhiben o impiden un futuro más justo y humano para cada niño, mujer y hombre.

[https://just3rdway.blogspot.com/2021/03/1-five-roadblocks-to-social-justice.html]

 

martes, 30 de junio de 2020

La Causa del Distributismo Cristiano



por Allan C. Carlson*, Chronicles, Julio de 2020.



El Distributismo cristiano celebra lo pequeño y lo humano. Descansa sobre fuertes economías hogareñas y exige la más amplia posible distribución y posesión de la propiedad productiva. Favorece la propiedad de los trabajadores, a través de cooperativas, de las necesariamente más grandes máquinas y empresas. Requiere y refuerza comunidades locales, ligadas por lazos familiares, de fe y de oficio. Acoge matrimonios de por vida y fértiles de hombres y mujeres. Favorece el cuidado hogareño de los ancianos y los enfermizos, así como la educación centrada en la casa de los jóvenes.

Entre los rivales contemporáneos del Distributismo incluimos al capitalismo laissez-faire de los libertarios y al nacionalismo económico de los chauvinistas. La principal diferencia entre los tres yace en sus respectivas antropologías.

Para los libertarios, sólo los individuos atomizados sostienen reclamos morales, sociales y económicos. Estos “hombres económicos” eligen su propio orden moral, su propia identidad sexual, sus propios arreglos de vida y acumulan poder y riqueza hasta el límite de sus capacidades, suerte y energías. Los estúpidos, los débiles, los perezosos y los desafortunados son dejados a la caridad privada. Los lazos familiares se yerguen como barreras a la eficiencia económica y, en el mejor de los casos, son minimizados. Para las cargas personales, tales como los padres ancianos y los niños que escapan el aborto, la mercantilización de todo provee respuestas: los centros de cuidado infantil al comienzo de la vida y los geriátricos para el final.

El orden económico nacionalista de los chauvinistas puede dar reconocimiento a una versión disminuida de los valores familiares, pero principalmente como parte de una elaborada máquina socio-política para potenciar la seguridad nacional. En la práctica, bajo el régimen nacionalista, la mayoría de las familias son liberadas de las cargas de la propiedad de modo que puedan servir mejor a las instituciones de supervivencia y orden: las corporaciones monopolísticas que proveen bienes necesarios fabricados y construyen elaboradas autopistas así como aeronaves, tanques y otros mecanismos de “defensa”.

Ligado al nacionalismo económico está el Estado de bienestar y sus bonos de alimentos, seguros sociales, alquileres subsidiados, etc. La mayoría de las personas y las familias conservan, en el mejor de los casos, sólo sus modestos ahorros y poseen poco de valor perdurable. Sin embargo, podrían tener derechos sobre las chucherías del orden industrial: teléfonos celulares, televisiones de pantalla amplia y vehículos utilitarios deportivos.

La antropología del Distributismo cristiano, en su nivel más profundo, llega hasta la ética aristotélica, ubicando al individuo dentro de una telaraña de relaciones humanas naturales: el matrimonio, los hijos, la familia, los amigos y los vecinos. La identidad de cada persona está delimitada por estos vínculos. Las entidades políticas más grandes que las aldeas y los vecindarios son mejor vistas como agregados de comunidades intensivas y naturales para fines limitados tales como la defensa mutua.

Las cosmovisiones económicas de cada sistema competidor también difieren. El capitalismo laissez-faire presenta una energía sin fin y sin descanso. Como un niño pequeño, no puede dejar nada sin tocar. Cada interacción humana que toca debe ser transformada en una mercancía. Todo, incluyendo los embriones, está a la venta. El sistema laissez-faire se difunde alrededor del globo, absorbiendo a las comunidades más tradicionales en una matriz voraz, hasta que la última de las tribus amazónicas inmaculada sucumba a las camisetas y las zapatillas. Nada dura.

El orden económico nacionalista, por otro lado, evoluciona hacia la economía de un Estado de seguridad. Favorece la economía de guerra, con enemigos que nunca desaparecen: el comunismo soviético durante cuarenta años, el “putinismo” hoy. El Estado económico nacionalista hace gastos masivos en portaaviones, aviones espías, bombas nucleares y nuevas tecnologías para militarizar el espacio exterior. Docenas de “agencias de inteligencia” traman amenazas, tales como inexistentes armas iraquíes de destrucción masiva, con el fin de desatar la guerra permanente para lograr la paz permanente.

Como hemos visto, incluso el débil virus Covid-19 puede provocar la guerra económica nacionalista, con el mismo resultado: entidades masivas como Amazon y Walmart multiplican su tamaña mientras que los negocios de escala familiar son destruidos. A través de llamadas al servicio nacional obligatorio y presupuestos ocultos del control democrático, este sistema puede pasar fácilmente a un fascismo mezquino.

La respuesta distributista cristiana a las grandes corrupciones e inequidades que enfrentan las personas dentro del orden industrial moderno es la propiedad privada. Como explicó el Papa León XIII en su encíclica de 1891 sobre la economía humana, Rerum Novarum, sólo cuando los trabajadores puedan anticipar ganar una porción de la tierra podrá tenderse un puente sobre el golfo entre la vasta riqueza y la absoluta pobreza. El Distributismo cristiano favorece la economía hogareña, una medida real de autosuficiencia y la cooperación con la familia y los vecinos.

Los críticos del Distributismo cristiano comúnmente critican su falta de especificidad. En realidad, los importantes arquitectos de esta forma de vida han sido muy claro acerca de las políticas que deberían perseguirse. Los distributistas ingleses como Hilaire Belloc y G. K. Chesterton, que escribieron en la primera parte del último siglo, exigían todo lo siguiente:
  • La ruptura de los monopolios, el apoyo de una extendida participación en las ganancias y la transferencia de la propiedad a corporaciones de trabajadores; 
  • La redistribución de la tierra agrícola y otros recursos naturales, la imposición de los contratos de transferencia desalentando la venta de pequeñas propiedades a los grandes propietarios y el aliento de la división de grandes propiedades para la venta a las familias;
  • El enjuiciamiento de los capitalistas fraudulentos, tales como los financistas detrás de la crisis económica de 2008;
  • El aliento de la autosuficiencia sana, mediante el deshecho de reglas urbanas zonales que prohíben las cercas, la cría de gallinas, los huertos de verduras y los pequeños comercios;
  • La descentralización de la industria, el abaratamiento de la electricidad y la expansión de las redes de energía, lo que Chesterton dijo “podría llevar a muchos pequeños talleres”;
  • El aliento de una agricultura sana a campo y de escala familiar, que Belloc dijo “debe ser privilegiada contra la enfermedad social a su alrededor” en términos de crédito e impuestos;
  • La restauración de los pequeños comercios y el uso de impuestos diferenciales contra los minoristas gigantes.

Los críticos replican que el régimen distributista es foráneo a los Estados Unidos. Ésta, argumentan, ha sido siempre la tierra del individuo fuerte, el millonario hecho a sí mismo y el líder corporativo estrafalario: el hogar natural del gran capitalista, no del campesino o del zapatero.

El sistema económico dominante en los Estados Unidos hasta bien adentrado el siglo XIX era, sin embargo, de carácter distributista. Los estadounidenses de 1776 mayoritariamente levantaron sus vidas económicas alrededor de la familia y del hogar. Como proto distributista, la generación fundacional de estadounidenses tenían una preocupación primordial: la tierra, especialmente la preservación de la tenencia familiar en el futuro. Su apego al suelo no era una aventura especulativa, sino por el contrario el fundamento necesario de hogares piadosos, lo que un observador llamó “el uso de la tierra centrado en el niño”. La agricultura de subsistencia era la norma: menos del 20% de las granjas producía bienes para vender en el mercado.

Las actitudes religiosas combinadas con la economía práctica de la pequeña granja aseguraba que la descendencia fuese una bendición, más que una maldición. Los niños llegaban a sus padres como activos, nuevos trabajadores para la empresa familiar y fuentes de seguridad y cuidados para los padres ancianos. Como el historiador James Henretta notó, los padres de la economía premoderna criaban a sus hijos para “sucederlos”, no para tener “éxito”. El tamaño promedio de la familia estaba cerca de los nueve hijos por pareja, un guarismo casi sin precedentes en la historia demográfica global. La población de la nueva nación se duplicaba cada veinticinco años. Hoy, las tasas de natalidad están bastante por debajo de los niveles de reemplazo.

Entonces, ¿qué pasó? Brevemente, el viejo ideal agrario de los Estados Unidos asociado con Thomas Jefferson se entregó, de acuerdo con el historiador Herbert Agar, al “ambicioso capitalismo hamiltoniano”. Para 1900, este cambio había generado a los plutócratas industriales de la Edad Dorada, junto a una “masa de esclavos asalariados sin propiedades” en las ciudades y un número creciente de arrendatarios y aparceros —en vez de propietarios— en el campo. Agar concluía que la democracia estadounidense se había convertido para 1930 en “una pantalla opaca para la plutocracia”, con el capitalismo práctico convertido en “la negación de la propiedad privada”.

Como respuesta a esto, Agar se unió al ruralista sureño Allen Tate para producir en 1936 el volumen ¿Quiénes son los dueños de los Estados Unidos? Una nueva Declaración de Independencia. Un año después, colaboró con los neoyorkinos Ralph Borsodi y Chauncey Stillman para lanzar la publicación mensual, Free America: A Magazine to Promote Independence.

Las políticas abogadas por los autores en Free America se hacían eco de las de Chesterton y Belloc, aunque con un fuerte acento estadounidense. Incluían leyes que asistieran a los arrendatarios de granjas para convertirse en propietarios; que prohibieran la propiedad societaria de la tierra agrícola; que pusieran fin al tratamiento favorecido a las sociedades como “personas” bajo la constitución federal; que dieran significativo apoyo financiero a la vivienda familiar en terrenos aptos para la producción hogareña; que proveyeran aliento legal a las cooperativas de producción y de consumo; que expandieran las redes eléctricas en las áreas rurales para crear una fuente energética adecuada para las pequeñas granjas y los talleres; y que promovieran la comida local producida en granjas orgánicas y biodinámicas.

Desgraciadamente, la tempestad centralizadora de la Segunda Guerra Mundial abrumó a esta revista de cruzados descentralizadores, que dejó de publicarse en 1947. Las demandas de tiempo de guerra habían bruscamente aumentado la presión consolidadora agrícola. “Crece o sal de en medio” se convirtió en la política federal hacia los granjeros en la década de 1950, llevando a la casi extinción de la agricultura de escala familiar y la despoblación de los Estados Unidos rurales. Los suburbios estadounidenses se hincharon en tamaño —un desarrollo con frecuencia celebrado por los nacionalistas económicos— pero tales casas fueron típicamente construidas en lotes demasiado pequeños para el uso productivo agrícola. Rescatado por la guerra y el consecuente imperialismo, el capitalismo financiero ganó nuevo lustre y control político en el hinchado Estado de bienestar. Apelaciones a “lo pequeño” o “lo humano” hoy parecen anticuadas, incluso absurdas.

Esta economía nacionalista pronto comenzó a resquebrajarse, sin embargo. La tentación de reabrir las fronteras estadounidenses y conseguir trabajo barato, era irresistible y fue lograda en 1965 con la ley de Inmigración y Nacionalidad. La Guerra de Vietnam reveló las corrupciones del Estado de seguridad nacional y terminó en una derrota sangrienta y costosa.

Comenzando a mediados de los ’70, los Estados Unidos, Gran Bretaña y otras naciones-estado pretendieron fusionar las economías nacionalista y laissez-faire: fue llamado “nuevo liberalismo”. En el camino, el gobierno estadounidense se embarcó en una serie de guerras imposibles en Medio Oriente para sostener el Estado de seguridad. El gran shock vino en 2008 cuando la corrupción financiera casi destruyó el orden económico.

Y ahora, el asunto del Covid-19 ha traído un colapso sorprendente, aunque inevitable, del sistema globalizado neoliberal. Reveladoramente, la respuesta en casi todos los países industriales ha sido un masivo y necesario retorno a un Distributismo de facto: trabajar desde casa, la educación familiar, la jardinería hogareña, la cocina casera, las gallinas del fondo, la recreación en la familia, la oración en el hogar, etc.

Este episodio curioso, sin embargo, ha subrayado una gran verdad: el Distributismo es el orden económico humano natural, uno que tiene raíces en los viejos Estados Unidos y que merece el reconocimiento cultural y político.


*Allan C. Carlson fue presidente del Rockford Institute entre 1986 y 1997, y presidente del Howard Center desde 1998 hasta su retiro en 2015.

lunes, 3 de febrero de 2020

Poniendo en acción la Rerum Novarum en Luján

[Tomado de la colaboración de José Luis González en la página Pueblos de Buenos Aires...]

Julio Steverlynck fundador de la empresa textil Algodonera Flandria. 


Jules Steverlynck (Courtrai, Bélgica, 4 de octubre de 1895 - Villa Flandria, Luján, Argentina, 28 de noviembre de 1975), más conocido como Julio Steverlynck, fue un empresario argentino de origen belga que en 1926 fundara la empresa textil Algodonera Flandria y que se destacó por haber sido el primer empresario en Argentina en introducir los avances que se daban en Europa en el área de la seguridad social otorgando a sus empleados vacaciones pagas, aguinaldo y premios por producción, además de desarrollar la zona donde estaba localizada la empresa, construyendo barrios, un centro de salud y clubes, entre los que se destaca el Club Social y Deportivo Flandria, el cual milita en la Primera B Nacional del Fútbol Argentino.

La firma Etablissements Steverlynck fue fundada en Bélgica 1880 por Adolf Steverlynck. A comienzos de la década de 1920, la empresa exportaba telas hacia la Argentina desde sus fábricas de Bélgica. Cuando en 1923 el gobierno argentino, dando el primer impulso de lo que hoy conocemos como industrialización sustitutiva, arancela los tejidos importados y favorece la introducción de maquinarias, la empresa belga abre una filial en el país. Como era corriente por aquellos días, los Steverlynck eligieron a uno de sus hijos, Jules, para que abriera la filial en Argentina. En 1924 Jules o Julio Steverlynck junto con su socio argentino Braceras fundan en la localidad bonaerense de Valentín Alsina la empresa Algodonera Sudamericana Flandria S.A.
 
En 1928 Steverlynck decide trasladar la fábrica al pequeño pueblo rural de José María Jáuregui, en donde había comprado un molino a orillas del Río Luján.

La empresa se expande rápidamente: en 1938 se añade una tintorería y en 1939 una hilandería de algodón. En 1941, Steverlynck funda Lineras Bonaerenses S.A., una empresa dedicada a los tejidos de lino y en 1947 funda Fabril Lineras S.A., una hilandería y textil que fabricaba tejidos de fibra mezcladas con fibra sintética. Algodonera Flandria fue una empresa textil que realizaba todos los procesos inherentes a este tipo de industria. Pero sus empresas lineras fueron pioneras en la explotación industrial de este producto. Don Julio planeó este proyecto con ideas que venían de su familia, que se dedicaba al lino en Bélgica.

Varias cosechas debieron pasar hasta que en 1941 Linera Fabril comenzara a producir industrialmente el lino. Era una producción integrada única en nuestro país, es decir, el proceso comenzaba con la plantación del lino y culminaba con su transformación en producto. Esto llevó a Don Julio a construir canales de riego, puentes, una represa e infinidad de obras en el lugar. Vale decir también que en las empresas de Don Julio los obreros trabajaban entre treinta y cuarenta años, jubilándose en las mismas; con lo cual el grado de compromiso y amor por la fábrica era destacable.

Junto con la expansión de la actividad industrial, Steverlynck funda dos pueblos en las adyacencias de las fábricas: Villa Flandria Sur (1931), (en el auge de la Algodonera Flandria se cambió el nombre de Jáuregui por el de Villa Flandria) y Villa Flandria Norte (1934), más conocida como Pueblo Nuevo.

Don Julio estaba casado con María Alicia Gonnet con las que tuvo 16 hijos. María Alicia falleció en 1966 cuando a bordo de su auto sufrió un accidente ferroviario, y este hecho causo un gran impacto en el pueblo.

Obras. En 1929, José Penadez termina la construcción de la primera casa con ayuda de la fábrica. Cientos de viviendas le seguirían.

En 1930 se levanta el edificio de la futura parroquia San Luis Gonzaga. Cabe recordar que el pueblo no tenía parroquia, y los pobladores debían asistir a los servicios religiosos en Luján. La enseñanza religiosa para las comuniones se impartía en la casa de Don Julio, la estancia “Santa Elena”, a cargo de su esposa María Alicia Gonnet y de Teresa D’Ariste de Estrugamou, otra belga que vivía en el pueblo. Fue declarada parroquia en 1936, y su primer párroco fue el Padre Miguel Inglés, sacerdote español proveniente de la Cruzada. La parroquia fue saqueada en 1955, poco tiempo después se recuperó y siguió adelante con su labor apostólica.

En el año 1934 aparece el primer ejemplar de la revista “El Telary expresa su línea editorial: Dios, Patria, Hogar, Paz y Trabajo. Nace junto a esta publicación la asociación “Rinconcito de la Tierra”, donde se enseñaba a la gente sobre plantación de árboles y paisajismo.

En 1937 se funda el Club Ciclista El Pedal, con bicicletas traídas de Europa por Don Julio. Sería ésta una gran actividad en el pueblo.

En 1939 abre sus puertas el Club Náutico "El Timón". Lugar de donde salieron grandes deportistas del remo y la natación. Un club que tenía, entre otras cosas, una pileta olímpica climatizada con la caldera de Linera Fabril. Los terrenos y el dinero fueron cedidos por Don Julio.

Con el afán de promover la práctica de deportes entre los trabajadores, nació el Club Social y Deportivo Flandria en 1941. Algodonera Flandria costeó la construcción del estadio y el complejo deportivo llamado Carlos V. Este club actualmente compite en la Primera B Nacional.

En 1946 se funda el Círculo de Obreros Católicos, y en 1947 se inaugura la sala de primeros auxilios; que luego, en 1966, sería la clínica y maternidad San José Obrero, que funciona hasta nuestros días. Es imposible no resaltar lo siguiente: por cada nuevo socio que se sumaba al círculo, Don Julio pagaba al establecimiento dos cuotas.



En 1951 nació el grupo Scout “San Luis Gonzaga”, por iniciativa de Don Julio. Godofredo Elías Chávez, su primer jefe, fue el gestor de este cuerpo Scout Nro. 91 que estaba asociado a la USCA (Unión de Scouts Católicos Argentinos). Sus 33 componentes iniciales fueron los alumnos de tercer grado de la Escuela San Luis Gonzaga, con el agregado de niños mayores de los grados cuarto a sexto. Este cuerpo estaba conformado por cuatro patrullas de 8 scouts cada una, al frente de las cuales había un jefe y un subjefe y a su vez todo el grupo tenía el mencionado jefe creador. Su presentación oficial se llevó a cabo durante el desfile del 9 de julio de ese año.

Don Julio hizo construir el camposanto del pueblo, que recibió la aprobación en 1960.

En 1961 nace el Colegio Inmaculada Concepción gracias a Don Julio. Fue una escuela de preparación espiritual e industrial, ya que allí se enseñaba los oficios para luego trabajar en la fábrica. Los dos mejores promedios eran premiados para estudiar en la Universidad Obrera Nacional, devenida luego en la Universidad Tecnológica Nacional.

Con obreros de la Algodonera nació la banda musical “Rerum Novarum” que existe también hasta nuestros días. Don Julio compraba todos los instrumentos y facilitaba las instalaciones para los ensayos de los obreros, luego de cumplir sus tareas en la fábrica.

Don Julio promovió la creación del Círculo Criollo Martín Fierro, lugar que le habían solicitado varios obreros gauchos, que habían llegado para trabajar en sus fábricas. Esta iniciativa nació en 1944 a raiz de una peregrinación de gauchos de El Rodeo de Palomar (Partido de San Martín) que dirigía el gaucho Fito. El Círculo organiza la Peregrinación Anual de los Gauchos a Luján, y el 5 de noviembre de 1965, Julio Steverlynck fue el anfitrión del rey Balduino de Bélgica y de su esposa la reina Fabiola Mora y Aragón así como del presidente argentino Arturo Umberto Illia y el gobernador de la Provincia Anselmo Marini, a quienes recibió en el pueblo de Jáuregui.

Construyó calles, plazas, y diseñó el aspecto urbano de Villa Flandria, Sur y Norte. Don Julio hizo todo esto con el signo inequívoco del catolicismo, ya sea en las obras, ya sea en los nombres que ellas llevaban.

Muerte. Julio Steverlynck falleció en 1975. Sus restos mortales descansan en Villa Flandria, en el cementerio local, una de sus tantas obras y donaciones. Según sus deseos, fue cubierto su cuerpo con la túnica de los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro, prendida en el pecho la Cruz de Guerra, y su féretro con tierra argentina y flamenca, que había traído especialmente en el último viaje que realizara a su país natal.

14 años después de su muerte, en 1989 la Algodonera Flandria entra en convocatoria de acreedores para cerrar definitivamente en 1995.

En 2001 las instalaciones abandonadas fueron compradas por la empresa Algoselan y fueron reconvertidas en el Parque Industrial Villa Flandria en donde funcionan ocho nuevas fábricas.

 Julio estaba casado con María Alicia Gonnet, de fuertes convicciones católicas, con la que tuvo 16 hijos.

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