Foto: Ditchling en la década de 1920

lunes, 27 de diciembre de 2010

Felicidades



Los que hacemos La Liga Distributista
deseamos a todos nuestros lectores y amigos
una muy feliz Navidad y un próspero 2011.

"The Manger"
Eric Gill
(1929)


lunes, 20 de diciembre de 2010

Conferencia del P. Boyd en Madrid (2009): Distributismo y crisis cultural

El distributismo y la crisis cultural

Economics, SpanishPosted By Father Ian Boyd On December 20, 2010 At 7:25 AM

En 1927, cuando G.K. Chesterton fue invitado a dar una conferencia para el centenario de la Universidad de Londres, eligió hablar sobre el tema de la “Cultura y el peligro inminente”. Él definió el peligro futuro con una curiosa frase: lo llamó “estandarización bajo un estándar bajo”.

Setenta años más tarde, el carácter profético de lo que el tenía que decir acerca de las maneras por las cuales un estándar bajo puede hacer peligrar la cultura resulta obvio, porque vivimos en la época en la cual su profecía sobre la crisis en los estándares sociales y morales se ha visto cumplida.


viernes, 17 de diciembre de 2010

Tres frases


Distributismo significa que cada hombre sea su propio amo.
(G. K. Chesterton, The Purpose of the League, 1926.)

La única forma de preservar la libertad es preservar la propiedad. La única forma de preservar la propiedad es distribuyéndola más equitativamente.
(K. L. Kenrick, What is Distributism?, 1926.)

Nuestra principal meta material es asegurar que tanta gente cuanta sea posible tenga la posibilidad de ser propietario de la casa o el departamento en que vive.
(C. G. Hope, Man Unchained, 1947.)




miércoles, 15 de diciembre de 2010

Historias de ligas y asociaciones

Incluso desde antes de existir formalmente el Distributismo, los distributistas se asociaron alrededor de sus publicaciones periódicas sucesivas (Eye-Witness, New Witness, G.K.'s Weekly, Weekly Review, The Reporter, The Defendant y The Distributist) para intercambiar ideas, realizar actividades en conjunto, peticionar ante las autoridades y difundir su credo económico, social y político. A continuación compartimos las interesantes entradas incluidas en la monumental obra de Peter Barberis, John McHugh y Mike Tyldesley, Encyclopedia of British and Irish Political Organizations: Parties, groups and movements of the 20th century (London: Pinter, 2000). Los tres son profesores de la Manchester Metropolitan University. Barberis, profesor de Ciencia Política, es autor de The Elite of the Elite: Permanent Secretaries in the British Civil Service, Government, Industry and Political Economy. McHugh es profesor de Ciencia Social y coautor de John Maclean 1879-1923. Tyldesley, también profesor de Ciencia Social, es coautor de No heavenly delusion? A comparative study of three communal movements y numerosas obras colectivas.

National League for Clean Government (Liga Nacional por un Gobierno Limpio, 1913-23): Antes de la Primera Guerra Mundial, la NLCG dirigió una campaña radical contra el gobierno liberal, en medio de acusaciones de una “conspiración” judía. Estaba asociada al periódico patriótico New Witness (originalmente, The Eye-Witness), editado por Hilaire Belloc y Cecil Chesterton. Sus principales actividades consistieron en reuniones y campañas de oposición a determinados candidatos liberales en las elecciones. Luego de la guerra se transformó en la New Witness League, pero se extinguió cuando el periódico dejó de publicarse.
The Distributist League (Liga Distributista, 1926-1940): El nombre completo de esta organización era League for the Preservation of Liberty by the Restoration of Property (Liga para la Preservación de la Libertad para la Restauración de la Propiedad), pero era mejor conocida como Liga Distributista. Estuvo identificada con la sociedad intelectual de Hilaire Belloc y G. K. Chesterton, dos talentos literarios de las primeras décadas del siglo XX. Belloc fue también parlamentario liberal por el distrito de Salford South entre 1906-10. Los fines de la Liga eran dobles: la preservación de la propiedad de modo que la libertad de los individuos y de las familias se mantenga frente a los sistemas opresivos, y una mejor distribución del capital mediante la propiedad individual de los medios e instrumentos de producción como única forma de preservar la propiedad privada. El segundo de estos fines requería la destrucción de la plutocracia y el capitalismo. Sin embargo, los distributistas no estaban en contra de una economía competitiva de mercado; sino que se oponían a la deformación de un sistema bien balanceado de propiedad privada (incluyendo la economía de mercado) por fuerzas que podían llevar a este sistema a recaer en el capitalismo. Por eso, la intervención del Estado tenía el papel de prevenir esta recaída. De este modo, apoyaban al pequeño zapatero frente a los cadenas de comercios. Sostenían el artesanado y la cooperación en la empresa industrial (donde todos los trabajadores tuvieran una cuota parte de los activos y el control del negocio en el que trabajan); y apoyaban a los minifundistas y granjeros propietarios contra los monopolistas de las grandes e inadecuadas explotaciones latifundistas. Dentro de este amplio marco, existían diferencias de opinión. Una minoría de sus miembros, como A. J. Penty, tenían reservas respecto al uso de maquinaria industrial, aunque el Distributismo no era simplemente la fórmula “tres acres y una vaca”, especialmente no lo era para Chesterton. Sin embargo, había una preocupación general sobre los malos efectos de la vida urbana, subrayando la importancia de la pequeña propiedad campesina. Por eso, el “Esquema de Birmingham” (1928) pretendía relocalizar a los trabajadores en el campo como granjeros, para resolver los problemas del desempleo y la importación de comida. Una campesina autosuficiente podría comercializar el excedente de su propia producción.
La Liga tenía una relación cercana y, por momentos, casi inseparable con el G. K.’s Weekly, el periódico de Chesterton que comenzó a circular en marzo de 1925. A sólo tres años de su fundación al año siguiente, la Liga contaba con ramas en toda Gran Bretaña y, más tarde, en Australia, Canadá y Sudáfrica. Hasta 1929, la Liga Distributista tendió a apoyar al laborismo y los sindicatos —tal vez porque su vocero parlamentario más conocido era el laborista Sir Henry Slesser, quien se bajó del Parlamento en 1929—. Pero en los ’30, la Liga comenzó a inclinarse hacia los puntos de vista monárquico y antiparlamentario de Belloc.
La posición de la Liga en asuntos internacionales estuvo moderada hasta cierto punto por Chesterton hasta su muerte en junio de 1936. Chesterton había adoptado una posición ambigua frente al facismo italiano, aunque siempre se había opuesto vigorosamente al nazismo alemán. Tras su muerte, la Liga siguió opuesta a los nazis, pero se hizo cada vez más favorable al facismo. Experimentó dificultades importantes con motivo de la invasión italiana de Abisina en 1935, aunque con el estallido de la Guerra Civil española (julio de 1936) tales ambigüedades desaparecieron y la Liga (a través del G. K.’s Weekly) dio su apoyo a Franco, abogando por políticas autoritarias para Gran Bretaña. Luego del fallecimiento de Chesterton, Belloc se convirtió en presidente de la Liga, con T. S. Eliot, Eric Gill y Ada Chesterton, viuda del hermano de G. K., Cecil, como vicepresidentes. En noviembre de 1937, y con el apoyo de la Weekly Review (la G. K.’s Weekly renombrada, ahora editada por Belloc), algunos activistas de la Rama de Birmingham conformaron un partido político distributista que, a fines de ese año, reclamaba mil miembros y cuatro ramas. Nada parece haber salido de esta aventura. Viendo a la Unión Soviética como el principal enemigo internacional, la Liga apoyó la declaración de guerra británica en 1939 y se desbandaron unos pocos meses después. La sobrevivió The Weekly Review y, en 1947, se formó una Asociación Distributista.
The Distributis Association (Asociación Distributista, 1947-52): Se fundó en el “Cheshire Cheese”, un pub de Londres. Parece haber sido un reagrupamiento de distributistas que habían sido activos en la vieja Distributist League. Su programa de siete puntos incluía la provisión de seguros con ayuda estatal, lo que causó una inmediata controversia en las páginas del Weekly Review. Para mayo de 1947 existían 14 asociaciones locales, de las cuales 5 estaban en Lancashire —éstas conformaron un Lancashire Area Committee—. La actividad distributista en forma independiente respecto a la Asociación continuó en la forma de una revista, The Distributist, que se publicó entre enero de 1953 y otoño de 1958 (conocida como The Defendant entre 1953 y 1956). Posteriormente, los asuntos distributistas siguieron siendo tratados por el G. K. Chesterton Study Centre, luego transferido al Westminster College de Oxford*.

* En 1998, debido a problemas financieros, el Centro se mudó del Westminster College al Plater College de Oxford. En 2002, tras la venta de T&T Clark a Continuum, el Centro quedó casi sin medios. En el verano de ese año, el G. K. Chesterton Institute, fundado por el Padre Boyd, que rentaba unas oficinas en la ciudad de Oxford, salió a salvar al Centro ofreciéndole un lugar. En 2003 el Instituto se fusionó con el Centre for Faith & Culture de Oxford y el Centro se convirtió en la Chesterton Library. Actualmente todos ellos funcionan como The Chesterton Institute for Faith & Culture, con sede principal en Oxford y que edita dos revistas “The Chesterton Review” y “Second Spring”, organiza conferencias y dicta cursos en conjunto con la Seton Hall University de Nueva Jersey (Estados Unidos). Cf. Strattford Caldecott, “Chesterton Alive Today: Reviving the Moral and Social Imagination: Notes for a Re-Evangelisation of Culture”, Second Spring, n/d.


Top Meadow House
La residencia de los Chesterton en Beaconsfield, redacción de la G.K.'s Weekly y cuartel general informal de la Liga Distributista.
Ilustración de la casa como se veía en los últimos años de vida de Gilbert Chesterton y su mujer; puesto que durante mucho tiempo la casa se limitó a dos habitaciones.
[Fuente: Chesterton.org]

jueves, 9 de diciembre de 2010

Algunas precisiones

Debido al “éxito” que alcanzó nuestra última entrada, “Yunus desenmascarado”, reproducida por otras bitácoras (entre ellas, notablemente Fides et Ratio y Ex Orbe), comenzó incipientemente a discutirse el Distributismo entre unos pocos lectores de habla hispana. Hecho que ya de por sí nos alegra.

Sin embargo, notamos muchas confusiones, especialmente en materia semántica, que amenazan distraer la discusión necesaria acerca del “sistema” y las alternativas a él.

Una de esas confusiones que nos parece fundamental es la que existe respecto a esa palabra talismán “capitalismo”. Sería imposible escribir en un sitio como éste todo aquello que es posible decir sobre este sistema económico que impregna la vida social, cultural, legal y política de Occidente, al menos desde hace dos siglos, con diversos matices. Pero nos permitimos sintetizar aprovechando la ocasión para reseñar un muy interesante libro.

La obra en cuestión es The Company: A Short History of a Revolutionary Idea (La sociedad comercial: Breve historia de una idea revolucionaria), autoría de John Micklethwait y Adrian Wooldridge (Random House, 2005).

Los autores, editores de la prestigiosa revista The Economist, se hicieron famosos por la producción de libros iconoclastas como The Witch Doctors (crítica de los “gurúes” más famosos de la administración de empresas), A Future Perfect (sobre la globalización) y The Right Nation (sobre el conservadorismo estadounidense), entre otros. En esta ocasión, analizan el surgimiento de la moderna sociedad comercial y su evolución como aquella idea fundamental a partir de la cual surge el capitalismo.

Es, pues, que el capitalismo no es sinónimo de mercado libre, de propiedad privada, de innovación empresaria o de iniciativa individual, puesto que todo esto existió antes y por fuera del capitalismo. Aquello que hace que el capitalismo sea lo que es y no otra cosa, su esencia, es la limitación de responsabilidad del capitalista respecto de su capital. He aquí la idea revolucionaria que rompe con la tradición occidental y su idea de responsabilidad.

Ya en tiempos romanos existieron las sociedades para lograr fines que los miembros de ellas no hubiesen podido lograr en forma individual. Las sociedades, en sus formas más diversas, siguieron desarrollándose a lo largo de los siglos y perfeccionándose, haciéndose más dinámicas y con mayores probabilidades de encarar empresas más y más riesgosas. Hacia fines de la Edad Media y comienzos del Renacimiento las sociedades habían llegado a un grado de perfección considerable que les permitía encarar viajes de exploración y construcciones civiles de envergadura.

“Las sociedades aprobadas por ley unían en ellas dos ideas que venían de la Edad Media. La primera de estas ideas era la de las acciones que podían venderse en el mercado abierto. La idea de poder ofrecer acciones de empresas puede rastrearse al menos hasta el siglo XIII. En toda Europa se podían comprar acciones de minas y buques. En Toulouse, la propiedad de los molinos se dividía en acciones, cuyos tenedores podían comerciar como si se tratase de bienes inmuebles. Pero el capitalismo naval de los siglos XVI y XVII expendió dramáticamente la idea, despertando a las bolsas de valores. La otra idea, que ocasionalmente había salido a la superficie, era la de responsabilidad limitada. La colonización era tan arriesgada que la única forma de recaudar grandes sumas de dinero de potenciales inversores era protegerlos.”

Y así comenzó el capitalismo propiamente dicho, al limitar la responsabilidad del capitalista y separar su persona individual de la de su empresa, abriendo la puerta para la concentración propietaria, las burbujas especulativas, la economía multinacional, la influencia corrupta sobre los gobiernos, la producción masiva de baja calidad, la deuda externa desbocada y los bancos centrales tecnocráticos, y, eventualmente, la revolución de los administradores que hizo redundantes a los mismos capitalistas.

La génesis del capitalismo propiamente dicho ha sido entonces una revolución en la idea de la propiedad, que deja de ser individual, familiar o comunitaria, para convertirse en un ente de razón con vida propia, responsabilidad limitada y apetito insaciable.


Imagen del célebre personaje de Scrooge en una escena de la nueva adaptación de Disney de los famosísimos Cuentos de Navidad de Charles Dickens. [Fuente: National Post.]

viernes, 3 de diciembre de 2010

Yunus desenmascarado

Reproducimos el siguiente artículo de Il Foglio sobre lo acontecido con Mohammed Yunus, fundador del Grameen Bank, por el que ganó el Premio Noble hace unos años.

No sabemos cómo son las cosas en realidad (puede ser todo verdadero, pero da para pensar que cuando uno hace algo así a alguien se le puede ocurrir hacerte quedar muy mal y mandar todo a la papelera), y hace un tiempo publicamos un artículo de Asia News [N. del T.: agencia de noticias del Pontificio Instituto de las Misiones Orientales; en inglés, en italiano] que señalaba la perplejidad frente a algunos efectos no deseados del llamado microcrédito.

El juicio que podemos hacer (bajo la mejor óptica distributista chestertoniana) es que los católicos somos los padres de instituciones nobilísimas y utilísimas que ayudaron al pueblo a mantener en pie un sistema que, con sus imperfecciones y dificultades, anduvo bien al menos hasta la llamada Unificación de Italia [N. del T.: 1870]: los Montes de Piedad y los Montes Frumentarios [N. del T.: financiaban la agricultura], inventados por San Bernardino de Siena, difundidos y dotados de estatutos por Santiago de las Marcas y el beato Bernardino de Feltre.

Corresponde hacer una reflexión sobre el tema (y existe quien lo está haciendo) sin caer en el fatalismo del cual “hoy hay tanto en el sistema bancario”. Tal vez, el sistema bancario actual es el problema (no sé si es suficiente con la crisis en que está metido el mundo desde 2008 o si necesitamos un tsunami para entender…). Cabe señalar que el Reino de Italia [N. del T.: 1870-1945] se apresuró, en los primeros cinco a diez años de existencia, a emitir algunas disposiciones para eliminar definitivamente los últimos vestigios de aquellas valerosas instituciones.

Hay que recordar que cientos e incluso miles de sacerdotes y laicos católicos están entre los fundadores de instituciones como las viejas Cajas Rurales (ahora también reabsorbidas en el “sistema bancario”, por cuanto muchos bancos son ahora portadores de estas antiguas instancias).

Pueden encontrarse algunas noticias sobre los Montes de Piedad aquí.

Sobre el Distributismo, puede leerse a Hilaire Belloc, El Estado Servil. Algunos editores están preparando textos de naturaleza distributista de Chesterton.

L’Uomo Vivo, blog Della Società Chestertoniana Italiana, 3/XII/2010.


NOBEL, NO BUENO

Yunus, el banquero bueno que obtuvo el Nobel, se revela ahora como un villano.

Ironía del destino es que desde Noruega, donde fue gratificado en 2006 con el Nobel de la Paz, vengan noticias sobre serios problemas que involucran al septuagenario bengalés Muhammad Yunus, el “banquero de los pobres”, el inventor del microcrédito santificado por un Occidente con perpetuo sentimiento de culpa, el hombre que hace más de treinta años prometió: “Un día nuestros nietos irán a los museos para ver qué era la pobreza”.

Antes de visitar los museos, nuestros nietos han podido ver en nuestro tiempo una investigación televisiva del periodista danés Tom Heinemann, emitido el martes pasado en Noruega e intitulada “Atrapado en el microcrédito”. En el documental, Yunus es acusado de haber usado para fines distintos a los inicialmente previstos buena parte de una donación recibida por su banco de pobres, equivalente a 74,5 millones de euros y concedidos entre 1996 y 1998 por países como Noruega, Suecia, Holanda y Alemania. En vez de quedar en el Grameen Bank para financiar acciones de microcrédito, una cifra igual a 47 millones de euros pasó por allí brevemente, antes de terminar en la caja de Grameen Kalyan, otra sociedad propiedad de Yunus e que se ocupa de “microseguros” de salud.

Frente a las denuncias oficiales del embajador noruego en Dhaka, así como de la Agencia Noruega de Cooperación para el Desarrollo y del Ministro de Finanzas de Bangladesh, Yunus dijo que la operación tuvo motivos fiscales y restituyó 17,6 millones de libras (unos 20 millones de euros) al Grameen Bank. La historia, sin embargo, conserva aspectos oscuros, y el mismo banco, después de la emisión del documental noruego, ha anunciado una explicación completa “lo antes posible”.

Se evapora así, sin gloria, la aureola milagrosa entorno al sistema entero del microcrédito, ahora acusado desde muchos frentes—también de él habló ayer el Financial Times, con toda una página intitulada “Pequeño préstamo, gran problema”—por parecerse a una forma organizada de usura bajo el velo de la corrección política. Ahora “transformadas en un negocio global que vincula las finanzas internacionales con algunas de las comunidades más pobres del mundo”, como dice el FT, las microfinanzas se basan en tasas de interés que llegan al 30%. Tasas usurarias, justificadas por el hecho de que sólo así es posible prestar dinero a personas que, debido a su indigencia, no serían atendidas por un banco normal. Un “sistema de explotación de seres humanos, cruel como el nazismo y basado únicamente en criterios de rentabilidad”, acusa el activista de derechos humanos indio Lenin Raghunvashi, con agentes remunerados en función del número de clientes y de la tasa de recaudación, e incitados a impulsar los préstamos, primero, y a forzar la devolución con cualquier medio, después.

El resultado es que, en los últimos dos meses, unos cincuenta suicidios en las zonas más pobres de la India están con toda seguridad vinculados a la práctica de los pequeños préstamos sin garantía. Los mismos agentes encargados de recaudar los pagos semanales llegaron a sugerir el suicidio a los insolventes para cobrar la indemnización del fondo de protección que interviene en caso de muerte del deudor. Las Naciones Unidas no dejaron pasar la ocasión (¿y cómo podrían?) de declarar 2005 como el “Año del Microcrédito”. Sólo cinco años después, el “benefactor” está desnudo.




En la fotografía, reunión de deudoras de microcréditos.
Una de las bases del método Yunus de microfinanzas es hacer negocio sólo con mujeres madres de familia. Esto es porque el ex-Premio Nobel considera que son mejores administradores y pagadores que los hombres; además, off the record, debido a que las mujeres, al contar con una familia e hijos, son más fáciles de ubicar para ir a cobrarles.
Adicionalmente, Yunus "facilita", para poder acceder a un préstamo, métodos anticonceptivos para estas mismas señoras. Aunque supuestamente no se trata de una condición previa, muchas de estas mujeres de escasa cultura, consideran que, si no se someten al implante de un anticonceptivo, no se les dará el dinero que tan desesperadamente necesitan.
Desde 2005 hasta la fecha, además de Grameen, existen en la Argentina e Hispanoamérica numerosas instituciones (incluso católicas) que funcionan con el "método Yunus".

[Fotografía: Bloomberg, tomada del artículo del Financial Times citado.]


jueves, 2 de diciembre de 2010

Más sobre Distributismo

A continuación reproducimos una traducción de la voz "Distributismo" por David Boyle [*] en el Dictionary of Liberal Thought (Politico’s Publishing Ltd., 2007), editado por Duncan Brack & Ed Randall del Partido Liberal Demócrata británico. Aunque el artículo tiene un claro sesgo pro- Partido Liberal, es interesante lo que comenta sobre las relaciones entre dicho partido y el Distributismo.

De acuerdo con el Distributismo, la propiedad de los medios de producción debe extenderse lo más ampliamente posible entre la población general, en vez de estar centralizada bajo el control del Estado (socialismo) o en manos de unas pocas grandes empresas o individuos ricos (capitalismo). Una buena síntesis del Distributismo es la frase de Chesterton: “demasiado capitalismo no significa demasiados capitalistas, sino demasiado pocos”.

Este movimiento político no partidario que creció en los ’20 y ’30, se dedicó a predicar la tenencia masiva y de pequeña escala de tierra y propiedad como un bastión contra el colectivismo, la gran empresa y las grandes instituciones, las que, según pensaban sus fundadores, conducirían inevitablemente a la esclavitud.

El Distributismo floreció bajo el liderazgo de antiguos liberales como Hilaire Belloc y G. K. Chesterton, se vio asociado con el catolicismo radical y con pioneros del Movimiento de Artes y Artesanías como Eric Gill, y se desintegró en los ’40; pero fue luego influyente sobre el Partido Liberal en los ’50 y sobre los pioneros del ecologismo de los ’70.

Las influencias inmediatas sobre el Distributismo fueron las ideas de Hilaire Belloc, especialmente su libro El Estado Servil (1912), y el periodismo prolífico de G. K. Chesterton (1874-1936). De acuerdo con sus exponentes, el Distributismo es una doctrina económica, sin embargo, mucho de lo que ellos escribieron era, además, una crítica histórica y profundamente espiritual de la sociedad.

Desde la renuncia de sus principales fundadores al Partido Liberal, fundamentalmente por la cuestión de la corrupción financiera en la política —que ellos creían había alcanzado una apoteosis simbólica durante el escándalo Marconi [1] de información privilegiada en 1912— el movimiento no estuvo alineado políticamente, pero su principal foco de campaña era anti-fabiano [2], anti-modernista y anti-corporativo.

Las influencias amplias detrás del Distributismo incluían también:

- La doctrina social de la Iglesia Católica, especialmente en la forma en que fue presentada por León XIII en la encíclica Rerum Novarum (1891) y aplicada en lo concreto por el cardenal Henry Manning (1807-92), donde primero se propagó la idea —que estaba en el corazón del Distributismo— de la “subsidiariedad”.

- El agrarismo inglés continuador de la tradición de William Cobbett (1763-1835) y Jesse Collings (1831-1920).

- El Movimiento de Artes y Artesanías que seguía las ideas de John Ruskin (1819-1900) y William Morris (1834-96) y sus críticas al industrialismo.

- El socialismo corporativista que fue impulsado por el periodista A. R. Orage (1873-1934) y otros anti-fabianos de izquierda, y que se reunió en torno al periódico New Age.

Los distributistas tendían a ser vagos acerca de aquello con lo que estaban de acuerdo. En su esencia, el movimiento era una crítica del prevaleciente socialismo estatista, la industrialización y el comercialismo monopolístico. Proponían una amplia distribución de la tierra y la propiedad, y buscaban revivir los valores de la agricultura a pequeña escala y de la artesanía, que tenían como bastión para defender el espíritu humano —y el Distributismo era fundamentalmente un credo espiritual— frente a la esclavitud de los monopolismos de derecha y de izquierda.

Además de Belloc y Chesterton, que de alguna manera se mantuvieron al margen de la organización de la Liga Distributista —fundada en 1926 por el arquitecto y ex fabiano Arthur Penty (1875-1937) junto con otros—, las principales figuras del Distributismo eran extremadamente diversas. Iban desde un pionero de las Artes y Artesanías como Eric Gill (1882-1940) y un periodista como “Beachcomber” (J. B. Morton, 1894-1979), hasta un agrarista como H. J. Massingham (1888-1952), lo mismo que apologistas católicos y reformadores campesinos.

De alguna manera, la diversidad del movimiento mitigaba la efectividad del mismo y, ciertamente, su coherencia frente al público.

Ante esto, el Distributismo languideció en los ’40 y ’50 sin ningún legado político. Su mismo tono, ciertamente contribución de Chesterton, era melancólico, nostálgico y casi sin ninguna propuesta detallada. Existía un pesimismo implícito en bastantes escritos distributistas, acerca de la inevitabilidad del cambio, la centralización y el gigantismo. Sus proyectos distributistas prácticos, incluyendo el desafío a los operadores monopolísticos de autobuses en Londres en los ’20 [3] y la campaña de reforma rural como solución al desempleo de Birmingham en los ’40 [4], no tuvieron eco.

Fueron obviamente más influyentes en la cultura, con la fundación de la comunidad distributista de Ditchling en Sussex [5], y fueron indudablemente una influencia que alimentó el renacimiento romántico de la Inglaterra de postguerra.

El Distributismo comenzó a ser identificado, no sólo con el romanticismo extremo, sino también con una forma particular de radicalismo católico que veía en Franco y Mussolini a defensores del catolicismo europeo. Sus vínculos con grupos agrarios reaccionarios en los ’30 significaron también que, algunas veces, el Distributismo se convirtiera en un camino hacia la extrema derecha de su tiempo.

Los distributistas no estaban decididos en el asunto del libre comercio, pero eran implacables en su oposición al modernismo o a lo que ellos llamaban “valores comerciales”. Aunque la mayoría de los pensadores distributistas rechazaban el vínculo, en la práctica existieron conexiones informales con el Movimiento del Crédito Social [6] que también salió del socialismo corporativista.

Sin embargo, existieron otras formas en que los distributistas se las ingeniaron para tener un impacto duradero en la política liberal. Su crítica del fabianismo estuvo disponible para aquellos políticos de postguerra que buscaban alternativas al colectivismo y al corporativismo. Existieron discusiones formales entre la Liga Distributista y el Partido Liberal en los ’50 y fueron, además, una influencia notable en la política industrial del Partido Liberal desde 1937, especialmente en los escritos de dicho Partido acerca de la propiedad y la democracia industrial durante los años de Jo Grimond [7].

Cuando en 1973 se publicó el influyente libro Lo Pequeño es Hermoso, el autor E. F. Schumacher incluyó un capítulo crítico con el título “Economía chestertoniana” [8], que tuvo gran influencia en el naciente campo de la “Economía ecologista”. También se le reconoció influencia al Distributismo en algunos de los aspectos más radicales del Thacherismo, incluyendo la decisión, en 1979, de vender las casas estatales a sus inquilinos. Sobre todo, es posible también argumentar que el Distributismo fue una de las más profundas y duraderas influencias en el periodismo británico moderno, construido sobre la base de la original influencia de Morton [9] y sus socios, preocupados por la prensa popular —la de los individuos en vez de la de las grandes instituciones—, aunque, con frecuencia, ello sea tildado de populismo.



Ernst Friedrich Schumacher (1911-77)
-un economista de carrera converso al Distributismo-

Para profundizar:

Hilaire Belloc, El Estado servil (1912).

Hilaire Belloc, Economics for Helen (1924).

Hilaire Belloc, Un ensayo sobre la Restauración de la Propiedad (1936).

G. K. Chesterton, El marco de la cordura (1926).

John Sharpe (Ed.), Distributist Perspectives: Essays on the Economics of Justice and Charity (2004). [Puede leerse la traducción a la introducción a la serie aquí.]

Herbert Shove, The Fairy Ring of Commerce (1930).



[1] El “affaire Marconi” fue un escándalo político británico que estalló en el verano de 1912 alrededor de las denuncias del diario New Witness (dirigido entonces por Cecil Chesterton) contra altos funcionarios del gobierno liberal de H. H. Asquith que se habían beneficiado personalmente al comprar acciones de la subsidiaria estadounidense de la Marconi Company, conociendo de antemano la intención del Estado británico de firmar un contrato muy lucrativo con dicha empresa.

[2] La Sociedad Fabiana, que aún existe, era entonces un movimiento británico que propugnaba el socialismo por medios gradualistas y reformistas no revolucionarios. Durante un tiempo tuvo mucha influencia sobre el Partido Liberal y, posteriormente, tuvo bastante que ver con la creación del Partido Laborista.

[3] Al menos desde comienzos del siglo XX, se discutió la necesidad de centralizar el transporte público de Londres, alegando falta de eficiencia en algunas zonas provocada por las duplicaciones en los recorridos y, al mismo tiempo, la falta de atención de zonas menos rentables. En la década del ’20, el debate alcanzó su punto álgido y los distributistas fueron casi los únicos que defendieron a las pequeñas compañías de autobuses (privadas, cooperativas y municipales) en una campaña exitosa donde llegaron a recolectar más de un millón de firmas. Sin embargo, en 1933, la Ley de Transporte de Pasajeros de Londres fue el puntapié inicial de una rápida estatización y centralización del sistema que acabó con las pequeñas empresas de pasajeros.

[4] En 1928, los economistas K. L. Kenrick y Harold Robbins, miembros de la Rama de Birmingham de la Liga Distributista, publicaron el libro-panfleto “Unemployment: A Distributist solution”, que llegó a ser conocido como “El esquema de Birmingham”. En varias oportunidades, la Liga realizó campañas de concientización sobre la base de “El esquema”, del que se hicieron numerosas actualizaciones y reediciones, algunas de las cuales fueron distribuidas gratuitamente entre todos los miembros del Parlamento británico.

[5] Entre 1919 y 1920, Eric Gill, Douglas Pepler y Desmond Chute fundaron la Guilda de San José y Santo Domingo, una confraternidad religiosa de artesanos que se convirtió en el centro de una verdadera colonia de talleres artesanales y pequeñas granjas en los alrededores del pueblo de Ditchling, en Sussex. La Guilda tuvo momentos de mucho crecimiento, como a comienzos de los ’20, a mediados de los ’30 y durante un breve período en la postguerra. Finalmente, ciertos cambios operados desde fines de los ’50 y, principalmente, en los ’70, comenzaron a desvirtuar sus fines y métodos, culminando en la liquidación de la misma en 1989. Sin embargo, aún hoy, Ditchling es un centro artístico y artesanal de primer orden en Inglaterra.

[6] El llamado Crédito Social surgió de la mano del ingeniero británico C. H. Douglas en la década del ’20 que publicó toda una serie de artículos en The New Age (periódico dirigido por A. R. Orage) donde criticaba la economía clásica y proponía una economía vista desde el consumo. Aunque fue muy criticado tanto por los economistas profesionales como por los fabianos y otros socialistas, sin embargo, el sistema se convirtió en un verdadero movimiento político que en algunas oportunidades estuvo a punto de ingresar candidatos en el Parlamento. Si bien los distributistas compartían las intenciones del Mayor Douglas, consideraban que “un nuevo sistema de partida doble” (crédito social) por sí solo no lograría estos fines sin una verdadera restauración universal de la propiedad individual.

[7] Joseph “Jo” Grimond fue un político escocés del Partido Liberal, parlamentario durante tres décadas en representación de las islas Orkney y Shetland, y, entre 1956 y 1967, fue líder del Partido. Gracias a él, el célebre partido británico que había quedado completamente relegado tras el surgimiento del Laborismo, renació y, si bien, no recuperó el gobierno, se convirtió en una tercera fuerza a tener en cuenta por los otros dos partidos mayoritarios. Asimismo, fue sucesivamente rector de las universidades de Edinburgo y Aberdeen, y canciller de la de Kent.

[8] En la edición más conocida de Lo Pequeño es Hermoso el título de este capítulo fue reemplazado por el de “Economía budista”, con indudable malestar de Fritz Schumacher (según cuenta su hija), quien —incluso— en un primer momento había pensado en poner como subtítulo del libro “An essay in Chestertonian Economics” (Ensayo de Economía chestertoniana).

[9] En 1924, John Cameron Audrieu Bingham Michael Morton, mejor conocido como J. B. Morton, tomó a su cargo la columna “By the way” (A propósito) del Daily Express, heredando el seudónimo “Beachcomber” (vagabundo). Durante más de cincuenta años, seis veces por semana, aparecía esta columna donde una serie de personajes imaginarios —inventados por Morton sobre la base de personajes reales— comentaban noticias de forma, a la vez, humorística e inteligente. Las columnas fueron muy populares y de ellas se publicaron 18 libros de recopilaciones. Además, Morton escribió otros 29 sobre temas variados, incluyendo unas simpáticas memorias sobre su amigo Belloc. Falleció en 1979.

[*] David Boyle es miembro de la Fundación de la Nueva Economía (NEF) y del Comité de Política Federal del Partido Liberal Demócrata del Reino Unido, habiendo sido parlamentario por Regents Park y Kensington North (Londres) en 2001. Suele escribir sobre historia, voluntarismo, urbanismo, moneda y negocios en diarios y revistas, y es autor, además, de los libros “Blondel’s song: The capture, imprisonment and Ransom of Richard the Lionheart” (2005), “Authenticity: Brands, fakes, spin and the lust for real life” (2004), “The money changers: Currency reform from Aristotle to e-cash” (2003), “The tyranny of numbers: Why counting can’t make us happy” (2001), “The sum of our discontent: Why numbers make us irrational” (2001) y “Funny money: In search of alternative cash” (1999). Junto a Andrew Simms ha publicado “The New Economics: A bigger picture” (2009) y “Eminent corporations” (2010). Fundó también el London Time Bank y es cofundador de Time Banks UK (el “timebanking” es un sistema de intercambio de actividades voluntarias gratuitas).


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