Foto: Ditchling en la década de 1920

jueves, 2 de diciembre de 2010

Más sobre Distributismo

A continuación reproducimos una traducción de la voz "Distributismo" por David Boyle [*] en el Dictionary of Liberal Thought (Politico’s Publishing Ltd., 2007), editado por Duncan Brack & Ed Randall del Partido Liberal Demócrata británico. Aunque el artículo tiene un claro sesgo pro- Partido Liberal, es interesante lo que comenta sobre las relaciones entre dicho partido y el Distributismo.

De acuerdo con el Distributismo, la propiedad de los medios de producción debe extenderse lo más ampliamente posible entre la población general, en vez de estar centralizada bajo el control del Estado (socialismo) o en manos de unas pocas grandes empresas o individuos ricos (capitalismo). Una buena síntesis del Distributismo es la frase de Chesterton: “demasiado capitalismo no significa demasiados capitalistas, sino demasiado pocos”.

Este movimiento político no partidario que creció en los ’20 y ’30, se dedicó a predicar la tenencia masiva y de pequeña escala de tierra y propiedad como un bastión contra el colectivismo, la gran empresa y las grandes instituciones, las que, según pensaban sus fundadores, conducirían inevitablemente a la esclavitud.

El Distributismo floreció bajo el liderazgo de antiguos liberales como Hilaire Belloc y G. K. Chesterton, se vio asociado con el catolicismo radical y con pioneros del Movimiento de Artes y Artesanías como Eric Gill, y se desintegró en los ’40; pero fue luego influyente sobre el Partido Liberal en los ’50 y sobre los pioneros del ecologismo de los ’70.

Las influencias inmediatas sobre el Distributismo fueron las ideas de Hilaire Belloc, especialmente su libro El Estado Servil (1912), y el periodismo prolífico de G. K. Chesterton (1874-1936). De acuerdo con sus exponentes, el Distributismo es una doctrina económica, sin embargo, mucho de lo que ellos escribieron era, además, una crítica histórica y profundamente espiritual de la sociedad.

Desde la renuncia de sus principales fundadores al Partido Liberal, fundamentalmente por la cuestión de la corrupción financiera en la política —que ellos creían había alcanzado una apoteosis simbólica durante el escándalo Marconi [1] de información privilegiada en 1912— el movimiento no estuvo alineado políticamente, pero su principal foco de campaña era anti-fabiano [2], anti-modernista y anti-corporativo.

Las influencias amplias detrás del Distributismo incluían también:

- La doctrina social de la Iglesia Católica, especialmente en la forma en que fue presentada por León XIII en la encíclica Rerum Novarum (1891) y aplicada en lo concreto por el cardenal Henry Manning (1807-92), donde primero se propagó la idea —que estaba en el corazón del Distributismo— de la “subsidiariedad”.

- El agrarismo inglés continuador de la tradición de William Cobbett (1763-1835) y Jesse Collings (1831-1920).

- El Movimiento de Artes y Artesanías que seguía las ideas de John Ruskin (1819-1900) y William Morris (1834-96) y sus críticas al industrialismo.

- El socialismo corporativista que fue impulsado por el periodista A. R. Orage (1873-1934) y otros anti-fabianos de izquierda, y que se reunió en torno al periódico New Age.

Los distributistas tendían a ser vagos acerca de aquello con lo que estaban de acuerdo. En su esencia, el movimiento era una crítica del prevaleciente socialismo estatista, la industrialización y el comercialismo monopolístico. Proponían una amplia distribución de la tierra y la propiedad, y buscaban revivir los valores de la agricultura a pequeña escala y de la artesanía, que tenían como bastión para defender el espíritu humano —y el Distributismo era fundamentalmente un credo espiritual— frente a la esclavitud de los monopolismos de derecha y de izquierda.

Además de Belloc y Chesterton, que de alguna manera se mantuvieron al margen de la organización de la Liga Distributista —fundada en 1926 por el arquitecto y ex fabiano Arthur Penty (1875-1937) junto con otros—, las principales figuras del Distributismo eran extremadamente diversas. Iban desde un pionero de las Artes y Artesanías como Eric Gill (1882-1940) y un periodista como “Beachcomber” (J. B. Morton, 1894-1979), hasta un agrarista como H. J. Massingham (1888-1952), lo mismo que apologistas católicos y reformadores campesinos.

De alguna manera, la diversidad del movimiento mitigaba la efectividad del mismo y, ciertamente, su coherencia frente al público.

Ante esto, el Distributismo languideció en los ’40 y ’50 sin ningún legado político. Su mismo tono, ciertamente contribución de Chesterton, era melancólico, nostálgico y casi sin ninguna propuesta detallada. Existía un pesimismo implícito en bastantes escritos distributistas, acerca de la inevitabilidad del cambio, la centralización y el gigantismo. Sus proyectos distributistas prácticos, incluyendo el desafío a los operadores monopolísticos de autobuses en Londres en los ’20 [3] y la campaña de reforma rural como solución al desempleo de Birmingham en los ’40 [4], no tuvieron eco.

Fueron obviamente más influyentes en la cultura, con la fundación de la comunidad distributista de Ditchling en Sussex [5], y fueron indudablemente una influencia que alimentó el renacimiento romántico de la Inglaterra de postguerra.

El Distributismo comenzó a ser identificado, no sólo con el romanticismo extremo, sino también con una forma particular de radicalismo católico que veía en Franco y Mussolini a defensores del catolicismo europeo. Sus vínculos con grupos agrarios reaccionarios en los ’30 significaron también que, algunas veces, el Distributismo se convirtiera en un camino hacia la extrema derecha de su tiempo.

Los distributistas no estaban decididos en el asunto del libre comercio, pero eran implacables en su oposición al modernismo o a lo que ellos llamaban “valores comerciales”. Aunque la mayoría de los pensadores distributistas rechazaban el vínculo, en la práctica existieron conexiones informales con el Movimiento del Crédito Social [6] que también salió del socialismo corporativista.

Sin embargo, existieron otras formas en que los distributistas se las ingeniaron para tener un impacto duradero en la política liberal. Su crítica del fabianismo estuvo disponible para aquellos políticos de postguerra que buscaban alternativas al colectivismo y al corporativismo. Existieron discusiones formales entre la Liga Distributista y el Partido Liberal en los ’50 y fueron, además, una influencia notable en la política industrial del Partido Liberal desde 1937, especialmente en los escritos de dicho Partido acerca de la propiedad y la democracia industrial durante los años de Jo Grimond [7].

Cuando en 1973 se publicó el influyente libro Lo Pequeño es Hermoso, el autor E. F. Schumacher incluyó un capítulo crítico con el título “Economía chestertoniana” [8], que tuvo gran influencia en el naciente campo de la “Economía ecologista”. También se le reconoció influencia al Distributismo en algunos de los aspectos más radicales del Thacherismo, incluyendo la decisión, en 1979, de vender las casas estatales a sus inquilinos. Sobre todo, es posible también argumentar que el Distributismo fue una de las más profundas y duraderas influencias en el periodismo británico moderno, construido sobre la base de la original influencia de Morton [9] y sus socios, preocupados por la prensa popular —la de los individuos en vez de la de las grandes instituciones—, aunque, con frecuencia, ello sea tildado de populismo.



Ernst Friedrich Schumacher (1911-77)
-un economista de carrera converso al Distributismo-

Para profundizar:

Hilaire Belloc, El Estado servil (1912).

Hilaire Belloc, Economics for Helen (1924).

Hilaire Belloc, Un ensayo sobre la Restauración de la Propiedad (1936).

G. K. Chesterton, El marco de la cordura (1926).

John Sharpe (Ed.), Distributist Perspectives: Essays on the Economics of Justice and Charity (2004). [Puede leerse la traducción a la introducción a la serie aquí.]

Herbert Shove, The Fairy Ring of Commerce (1930).



[1] El “affaire Marconi” fue un escándalo político británico que estalló en el verano de 1912 alrededor de las denuncias del diario New Witness (dirigido entonces por Cecil Chesterton) contra altos funcionarios del gobierno liberal de H. H. Asquith que se habían beneficiado personalmente al comprar acciones de la subsidiaria estadounidense de la Marconi Company, conociendo de antemano la intención del Estado británico de firmar un contrato muy lucrativo con dicha empresa.

[2] La Sociedad Fabiana, que aún existe, era entonces un movimiento británico que propugnaba el socialismo por medios gradualistas y reformistas no revolucionarios. Durante un tiempo tuvo mucha influencia sobre el Partido Liberal y, posteriormente, tuvo bastante que ver con la creación del Partido Laborista.

[3] Al menos desde comienzos del siglo XX, se discutió la necesidad de centralizar el transporte público de Londres, alegando falta de eficiencia en algunas zonas provocada por las duplicaciones en los recorridos y, al mismo tiempo, la falta de atención de zonas menos rentables. En la década del ’20, el debate alcanzó su punto álgido y los distributistas fueron casi los únicos que defendieron a las pequeñas compañías de autobuses (privadas, cooperativas y municipales) en una campaña exitosa donde llegaron a recolectar más de un millón de firmas. Sin embargo, en 1933, la Ley de Transporte de Pasajeros de Londres fue el puntapié inicial de una rápida estatización y centralización del sistema que acabó con las pequeñas empresas de pasajeros.

[4] En 1928, los economistas K. L. Kenrick y Harold Robbins, miembros de la Rama de Birmingham de la Liga Distributista, publicaron el libro-panfleto “Unemployment: A Distributist solution”, que llegó a ser conocido como “El esquema de Birmingham”. En varias oportunidades, la Liga realizó campañas de concientización sobre la base de “El esquema”, del que se hicieron numerosas actualizaciones y reediciones, algunas de las cuales fueron distribuidas gratuitamente entre todos los miembros del Parlamento británico.

[5] Entre 1919 y 1920, Eric Gill, Douglas Pepler y Desmond Chute fundaron la Guilda de San José y Santo Domingo, una confraternidad religiosa de artesanos que se convirtió en el centro de una verdadera colonia de talleres artesanales y pequeñas granjas en los alrededores del pueblo de Ditchling, en Sussex. La Guilda tuvo momentos de mucho crecimiento, como a comienzos de los ’20, a mediados de los ’30 y durante un breve período en la postguerra. Finalmente, ciertos cambios operados desde fines de los ’50 y, principalmente, en los ’70, comenzaron a desvirtuar sus fines y métodos, culminando en la liquidación de la misma en 1989. Sin embargo, aún hoy, Ditchling es un centro artístico y artesanal de primer orden en Inglaterra.

[6] El llamado Crédito Social surgió de la mano del ingeniero británico C. H. Douglas en la década del ’20 que publicó toda una serie de artículos en The New Age (periódico dirigido por A. R. Orage) donde criticaba la economía clásica y proponía una economía vista desde el consumo. Aunque fue muy criticado tanto por los economistas profesionales como por los fabianos y otros socialistas, sin embargo, el sistema se convirtió en un verdadero movimiento político que en algunas oportunidades estuvo a punto de ingresar candidatos en el Parlamento. Si bien los distributistas compartían las intenciones del Mayor Douglas, consideraban que “un nuevo sistema de partida doble” (crédito social) por sí solo no lograría estos fines sin una verdadera restauración universal de la propiedad individual.

[7] Joseph “Jo” Grimond fue un político escocés del Partido Liberal, parlamentario durante tres décadas en representación de las islas Orkney y Shetland, y, entre 1956 y 1967, fue líder del Partido. Gracias a él, el célebre partido británico que había quedado completamente relegado tras el surgimiento del Laborismo, renació y, si bien, no recuperó el gobierno, se convirtió en una tercera fuerza a tener en cuenta por los otros dos partidos mayoritarios. Asimismo, fue sucesivamente rector de las universidades de Edinburgo y Aberdeen, y canciller de la de Kent.

[8] En la edición más conocida de Lo Pequeño es Hermoso el título de este capítulo fue reemplazado por el de “Economía budista”, con indudable malestar de Fritz Schumacher (según cuenta su hija), quien —incluso— en un primer momento había pensado en poner como subtítulo del libro “An essay in Chestertonian Economics” (Ensayo de Economía chestertoniana).

[9] En 1924, John Cameron Audrieu Bingham Michael Morton, mejor conocido como J. B. Morton, tomó a su cargo la columna “By the way” (A propósito) del Daily Express, heredando el seudónimo “Beachcomber” (vagabundo). Durante más de cincuenta años, seis veces por semana, aparecía esta columna donde una serie de personajes imaginarios —inventados por Morton sobre la base de personajes reales— comentaban noticias de forma, a la vez, humorística e inteligente. Las columnas fueron muy populares y de ellas se publicaron 18 libros de recopilaciones. Además, Morton escribió otros 29 sobre temas variados, incluyendo unas simpáticas memorias sobre su amigo Belloc. Falleció en 1979.

[*] David Boyle es miembro de la Fundación de la Nueva Economía (NEF) y del Comité de Política Federal del Partido Liberal Demócrata del Reino Unido, habiendo sido parlamentario por Regents Park y Kensington North (Londres) en 2001. Suele escribir sobre historia, voluntarismo, urbanismo, moneda y negocios en diarios y revistas, y es autor, además, de los libros “Blondel’s song: The capture, imprisonment and Ransom of Richard the Lionheart” (2005), “Authenticity: Brands, fakes, spin and the lust for real life” (2004), “The money changers: Currency reform from Aristotle to e-cash” (2003), “The tyranny of numbers: Why counting can’t make us happy” (2001), “The sum of our discontent: Why numbers make us irrational” (2001) y “Funny money: In search of alternative cash” (1999). Junto a Andrew Simms ha publicado “The New Economics: A bigger picture” (2009) y “Eminent corporations” (2010). Fundó también el London Time Bank y es cofundador de Time Banks UK (el “timebanking” es un sistema de intercambio de actividades voluntarias gratuitas).


4 comentarios:

G_Lino dijo...

Coronel ¿sabe por qué con esos inicios prometedores no acabó por cuajar el movimiento distributista?

Es decir, ¿existe alguna publicación o memorias o artículos que expliquen su decadencia, aunque ya su florecimiento no tuviera mucha fuerza?

Walter E. Kurtz dijo...

Estimado T_Paz: Una buena explicación que he leído es la que se publicó en la difunta bitácora Cruz y Fierro y que, gracias a Dios, ha conservado The Chesterbelloc Mandate con el título "Una doctrina que fue descartada sin ser probada".

Leála y si quiere, seguimos la conversación, puesto que se me ocurren otras razones.

G_Lino dijo...

Leída está.

Pero esa pieza cuenta los avatares periodísticos del distributismo. Mi interés estaba más en por qué no despegaron las realizaciones prácticas, que todavía eran más débiles que las propagandísticas.

Tal como lo veo, unos locos maravillosos de corte literario y espiritual, en una época donde los columnistas eran mucho más libres con respecto a los que vinieron después (una ambiente "distributista" en prensa que precisamente estaba desapareciendo), se empeñan en un último canto del cisne en trasladar algo del distributismo de la prensa al mundo más económico de las realidades diarias que termina en un "absoluto" fracaso.

La razón exterior de la guerra es fuertísima: Ante el riesgo y la urgencia ni hay tiempo para los matices pero sí para los atajos que no reparan en los medios.

Otras razones exteriores: lo "bien" que funcionó el keynesianismo hasta finales de los 60.

Pero, ¿Y las interiores?

Walter E. Kurtz dijo...

Es que, ¿tenían que "despegar" las realizaciones prácticas del Distributismo? ¿Cómo puede "despegar" una economía "a escala humana", con los tiempos del hombre, del paso de las generaciones (25/30 años)...? Más bien, creo que, tal como dice Schumacher al referirse a las tecnologías tradicionales, éstas --más cuidadosas del ambiente humano y natural-- no "despegan", sino que crecen orgánicamente, poco a poco.

A nivel "micro", entonces, hay muchas realizaciones que han funcionado y han tenido su vida. Algunas ya las mencionamos en esta bitácora: Ditchling --que sólo murió cuando cambió su espíritu distributista por uno capitalista--. También podríamos mencionar la granja de los Seymour en el Sur de Gales. Por supuesto que hubo casos que, quizá por excesivo utopismo, fracasaron como la experiencia de Eric Brende.

Claro que, a nivel "macro", el Distributismo tuvo todo en contra, desde la mismísima ciencia económica, que no "contabiliza" aquello que está fuera del mercado (y dentro de la familia), como bien explica el Prof. Carlson, hasta la polarización posterior a la Segunda Guerra Mundial y que de alguna manera comenta el artículo que le dije antes. Como también insinúa Carlson, habría que analizar realmente si el crecimiento capitalista moderno no tiene mucho de transferencia desde una economía "en negro" (familiar) hacia una economía de mercado. Además, ¿hasta qué punto, como denunciaba el P. McNabb hace casi un siglo, el crecimiento económico no es, en realidad, consumo de "capital"? ¿hasta que punto la bonanza del capitalismo moderno (y en esto tiene mucho que ver Keynes, recordemos lo que opinaba sobre "el largo plazo") no se produjo por la venta de "las joyas de la abuela"?

Un viejo refrán decía: "padre fundador, hijo gastador, nieto mendigo". ¿Habrá llegado la hora en que ya no tenemos más para gastar?

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